Eduardo Mondino
Llegó la tormenta, y ahora el tsunami
El Gobierno no tiene noción de la magnitud de la crisis que está sufriendo la Argentina, ni el riesgo de profundizarla con las decisiones que adopta a diario.

El mundo está con problemas serios como consecuencia de la pandemia y trata de resolverlos dentro de parámetros de racionalidad. Esta fue una de las causas por la que los gobiernos tuvieron muchas dificultades en los procesos electorales que debieron afrontar.
Tuvieron que ordenar cuarentenas temporarias, cerrar fronteras, abordar compensaciones económicas, sufrir pérdidas de empleo, pensando que la pandemia tendría un final donde el aparato productivo y el tejido social se recuperarían y con la responsabilidad de que sufrieran el menor daño posible.
Dentro de estos procesos llenos de convulsiones y desafíos por la virulencia del coronavirus tomaron medidas extraordinarias, pero ninguno creó condiciones que debilitaran sus sistemas Institucionales o que pusieran su economía al borde del estallido.
No hay que confundir esas problemáticas mundiales con nuestros desaguisados puertas adentro, con una cuarentena eterna, deficiente programa de vacunación, cierre de la economía, clausura de fronteras y la cancelación del sistema educativo por más de un año, entre tantas arbitrariedades.
Manifesté en reiteradas notas que el Gobierno por su tozudez conceptual y política nos conduce a una crisis económica e institucional de una envergadura incalculable (no porque la desee), peor que la del 2001.
La Argentina hoy es mucho más vulnerable que a principios de siglo, en aquel momento veníamos de una década de estabilidad económica e inversiones y con índices sociales de menor complejidad.
El mes pasado se desarrollaron las elecciones primarias, que tienen el objetivo que los partidos/alianzas puedan elegir sus candidatos.
Sin embargo, en nuestro país esa primaria desencadenó un cisma en la Alianza que gobierna. Durante casi una semana el Presidente y la Vicepresidenta se hostigaron a la vista de todos los ciudadanos.
Este desagradable espectáculo se registró frente a un 50% de pobres, 120.000 muertos por Covid, 50% de inflación y una economía en ruinas. La pregunta es: ¿Qué derecho tienen a manifestar tanta desaprensión hacia la ciudadanía?
La conformación de un gabinete de gobierno debe tener como objetivo ir cumpliendo metas políticas y de gestión en la administración del Estado, del cual somos propietarios todos los argentinos.
¿Esta reformulación gubernamental entre aprietes y seudo-renuncias tiene ese objetivo? Pareciera que no; más bien trataron de repartirse franjas de poder, un propósito muy espurio para cualquier Gobierno.
Evidentemente el centro del poder político no tiene noción de la magnitud de la crisis que está sufriendo nuestro país, ni el riesgo de profundizarla con las decisiones que se adoptan a diario.
Con el solo hecho de recorrer ligeramente los indicadores económicos y sociales y escuchar la opinión de economistas de distintos pensamientos podemos descifrar la situación límite de nuestra economía.
Sobre la complejidad social no es necesario que ningún especialista nos lo explique ya que lo podemos apreciar con recorrer las calles e interactuar con distintos segmentos de nuestra población donde la desazón está a flor de piel.
El proceso que se avecina demanda la toma de decisiones cruciales, que requerirá firmeza y a su vez marcos de un consenso mayoritario (no unánime) que permita avanzar en reformas profundas.
El camino del despilfarro estatal crónico tiene límites, son los de la lógica de la economía, y solo con fuertes decisiones políticas se podrá remediar este cuadro de situación.
La coalición de gobierno perdió el rumbo y toda credibilidad con la mayoría de sectores de la sociedad, sin distinción de clases sociales. Está resquebrajado el vínculo del kirchnerismo con la población.
Es casi una quimera pensar que pueda restablecerlo antes de las elecciones generales de noviembre.
Entonces allí aparecen varias interrogantes: ante otra derrota electoral igual y/ o mayor que la septiembre. ¿Cuál será la reacción del gobierno? ¿Radicalizarse como piensan algunos y poner en riesgo la institucionalidad?
¿Cómo será la reacción del conglomerado de gobernadores peronistas, especialmente la “Liga del Norte”, que ya pusieron un pie en la Casa Rosada? Todos ellos viven hace tiempo atrincherados en sus provincias y son acuerdistas por naturaleza.
¿Los intendentes del conurbano se harán cargo definitivamente del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires? Hoy tienen una cabecera de playa, con dos de ellos en el gabinete provincial.
En un país con un régimen fuertemente presidencialista como el nuestro, ¿el Presidente tendrá capacidad y poder para convocar a un gran acuerdo de gobernabilidad?
Con una anomalía de origen en el Gobierno, el jefe de la coalición de Gobierno no es el Primer Mandatario sino la Vicepresidenta que nunca se ha mostrado proclive a la búsqueda de acuerdos.
En este marco de dificultades políticas cuál es el rol que debe asumir la actual oposición: ¿Una actitud beligerante o prudente?
El momento requiere responsabilidad y para ello ninguna hipótesis debe ser descartada, las fisuras dentro del Frente de Todos y con la sociedad son extremadamente serias.
Creo que debemos profundizar el trabajo en conjunto que realizamos las cuatro Fundaciones que integramos la coalición opositora: Alem, Pensar, Encuentro y Hannah Arendt, denominado “Manifiesto para una Argentina Mejor”.
Desde el Peronismo Republicano, que conduce Miguel Ángel Pichetto, en base a este documento avanzamos con otros actores del pensamiento para ahondar este planteo, comenzando a interactuar con los principales sectores de la comunidad.
Independientemente del accionar del Gobierno es hora de pergeñar una alternativa de poder y un programa de gobierno para salir de la situación dramática que vive el pueblo argentino.
Hay que salir del rol de analistas de la situación, esa función la cumplen los periodistas, los intelectuales y los sociólogos.
El dramático escenario que vive nuestro país requiere de dirigentes que aborden la acción, la política no es para comentaristas sino para desarrollar ideas y concretarlas en función del interés común.
Debemos sentar en una amplia mesa a la producción, al trabajo, al sistema financiero, a las organizaciones de la sociedad civil, a los medios de comunicación, porque el abismo está ahí, este barco como va se hunde y arriba estamos todos los argentinos no solo la cúpula gubernamental.
No podemos resignarnos a esperar al devenir de acontecimientos que pueden calar muy hondo en la paz de los argentinos, algunos hechos violentos especialmente en el sur del País son preocupantes.
Hoy el tejido social argentino está enormemente dañado, la angustia, el desencanto, la bronca fluye en el espíritu de la mayoría de los compatriotas.
El 14 de noviembre la mayoría de los argentinos debemos votar, el resultado electoral ordenara la composición del Parlamento Argentino, también mostrara el grado de aceptación y rechazo al actual Gobierno, pero no resolverá inmediatamente ninguno de los problemas concretos de los ciudadanos.
Ahí seguirán estando los millones de pobres, la inflación, el aislamiento internacional, los desempleados, los jubilados, los informales, los comerciantes fundidos o endeudados, los jóvenes sin expectativas.
A todos ellos les debemos dar una respuesta y una esperanza generando un proyecto y un plan de gobierno para la emergencia.
Hay que prepararse y hablar con la sociedad argentina claramente, acabamos de atravesar una gran tormenta, pero al frente hay un Tsunami.
Y no se trata de un pensamiento pesimista, ni de un deseo político por estar en las antípodas de este gobierno, se trata cómo decía el General Perón “La única verdad es la realidad”.