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  • Foto del escritorPaola Spatola

Seguridad en Argentina 2021

Durante las últimas tres décadas las cifras del delito se han multiplicado a una tasa acumulativa equivalente al 7 por ciento anual, triplicándose la tasa cada 100.000 habitantes.





La Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires concentran el 40 por ciento de esos ilícitos que no reconocen como causa principal las penurias que ofrece el tiempo presente, sino la desesperanza en un futuro mejor.

Cuando la sociedad percibe la puesta en marcha de políticas públicas tendientes a la efectiva resolución de sus problemas, el delito tiende a disminuir. Por el contrario, cuando la confianza en la política como herramienta ineludible para la resolución de conflictos se desvanece, el delito se incrementa considerablemente.

El descenso en los niveles de delincuencia registrado entre 1991 y 1994 ratifica lo dicho, y se corrobora al observar el paralelismo existente entre el aumento de la actividad delictual y el deterioro que experimentó la dirigencia política, desde fines de la década del 90 hasta el año 2002.


Con una renovada expectativa en la capacidad de gestión de la política para resolver las dificultades del conjunto de la sociedad, a partir del año 2003, esos índices disminuyeron sensiblemente, echando por tierra cualquier posibilidad de otorgarle a las estadísticas coloratura ideológica: quienes gustan de etiquetar como neoliberal y populista a las administraciones justicialistas de fines del siglo pasado y principios del presente, deben saber que ambas irradiaron una expectativa en el porvenir que alcanzó a la mayoría del cuerpo social.

En la evolución del delito no sólo intervienen factores concernientes a la materialidad de las variables económicas pasadas y presentes, también incide de manera decisiva el contexto sociopolítico que envuelve las perspectivas del pueblo en su marcha hacia el futuro.


La tarea no puede ser más compleja. La Argentina vive una realidad áspera y desafiante: la de transformar el Estado, recreándolo para que brinde adecuadas respuestas a nuevas formas delictivas. El nuevo Estado que reclama la mayoría de los argentinos en la lucha efectiva contra la inseguridad, requiere una institucionalidad novedosa y un aggiornamiento de la cultura política, que deberá aprobar fórmulas de cooperación antes que recurrir a los artificios de la confrontación.


Vivimos en un mundo que modifica sus límites sin detenerse a contemplar las inútiles discusiones de dirigentes entretenidos en sus propios problemas. En esa agitación surge una agenda de nuevos temas que reclaman urgentes consideraciones de parte de los poderes públicos y las organizaciones sociales.


Pensar los nuevos desafíos y las nuevas acechanzas que asumen las formas de males estructurales no significa ser aguafiestas, sino ejercitar la creatividad y la prudencia políticas. El combate contra ellos es un imperativo de sensibilidad, una cita con la eficacia y un compromiso político.


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